Aclaración: Este análisis contiene varios “spoilers”, necesarios para explicar ciertas cuestiones. Se recomienda leer el artículo luego de ver la película.
Parte II: La muerte como narradora y como concepto
Tanto el libro como la película, poseen la peculiaridad de tomar como narradora a la muerte. En la novela, Markus Zusak intenta evitar las ínfulas de importancia que se desprenden de esa decisión, asumiendo a la voz de la muerte como una mujer, un dato que aligera el peso de la muerte como voz narradora. Brian Percival desconoció esa sabia decisión de Zusak y eligió como narrador a Roger Allam, un hombre con voz bien grave, para empeorar un poco las cosas, o tal vez para que el niño espectador no se haga preguntas raras, del tipo “¿la muerte es una mujer?”
Lo cierto es que la muerte es la voz que narra y esto representa un doble conflicto. Si estamos ante un texto que se asume como literatura infantil y cuya misión es explicarle a los niños de hoy el horror del Holocausto/Shoá, que quien narre sea la muerte le agrega unos cuantos problemas a este objetivo, porque para que el niño entienda el horror de la Shoá, primero debe entender lo que implica la muerte para el ser humano. Que sea la propia muerte quien cuenta la historia, convierte al texto en algo más truculento y morboso que pedagógico.
Por otro lado, la muerte como concepto se interrelaciona con el foco que se ha puesto a la hora de contar esta historia que transcurre durante la Alemania nazi. La historia está contada por afuera de los campos de concentración y esa es la mejor decisión narrativa en varios aspectos:
1) Es un abordaje original.
2) Este abordaje permite dejar a un lado lo más truculento del horror nazi, sin dejar de hacer alusión a ello.
3) En el caso del libro, este abordaje deja en evidencia que se intenta reflexionar sobre el concepto de culpa colectiva, sobre la responsabilidad de la sociedad alemana en la barbarie nazi. Al principio de la novela, el autor pone en boca de la muerte una reflexión propia: “Una pareja de guardias. Un par de sepultureros. A la hora de la verdad, uno dio las órdenes. El otro obedeció. La cuestión es: ¿qué pasa cuando el otro es más de uno?” Esta intención se ve en algunos pasajes de la película pero no se llega a reflexionar lo suficiente al respecto.
Para que la muerte oficie de voz narradora, esta debe tener cierto carácter protagónico en la historia y, para que suceda esto, las muertes deben estar relacionadas más a fatalidades que al accionar directo del ser humano. Esto es lo que, en efecto, sucede en la película y lo que representa el mayor problema a la hora de narrar el Holocausto/Shoá, agravado por el hecho de tener una cierta funcionalidad pedagógica, debido a que su público objetivo son los niños. Las muertes más importantes que se suceden en la película, tanto al comienzo como al final, no son ejecutadas directamente por hombres. Por ejemplo, las víctimas del bombardeo final no son decididas individualmente. Algunos mueren, otros se salvan, en ese intersticio entra el orden de la fatalidad, la muerte como factor de decisión respecto a quién se queda y quién se va.
Frente a cada ser humano que murió ejecutado por las armas de los nazis, frente a cada ser humano que murió en las cámaras de gas, hubo otro ser humano que decidió esa muerte. Los perpetradores del horror fueron seres humanos, desde los que planificaron el exterminio hasta los que lo ejecutaron, y cada muerte, individual o colectiva, fue planificada. La Shoá se puede contar con los campos de concentración fuera de cuadro, en la medida en que se entienda la dimensión humana del horror.
La película toma al nazismo como amenaza principal, como enemigo permanente, pero las muertes principales no son ejecutadas directamente por hombres. Las decide el destino fatal, la muerte en sí misma. Esta decisión narrativa barre de un plumazo la posibilidad de adjudicarle al nazismo el lugar de enemigo real en esta historia. En esa decisión entra en escena una contradicción tan grande entre lo que se pretende contar y lo que, de hecho, se cuenta, que convierte al relato, cinematográfico o literario, en un texto difícil de procesar para cualquier tipo de espectador/lector, niño o adulto.