Después de aquella resurrección que tuvo el cine israelí en el plano internacional en 2001 con Hatuna meuheret, el período 2007-2009 representó el momento de mayor consagración para el cine israelí. En 2007 se estrenaron Bikur ha-tizmoret (La visita de la banda, Eran Kolirin) que cosechó varios premios en el Festival de Cannes y tuvo una exitosa distribución internacional, Ha-sodot (Los secretos, Avi Nesher), que también fue distribuida con éxito en todo el mundo y Beaufort, de Joseph Cedar, que ganó el Oso de Plata a Mejor Director en el Festival de Berlín y fue nominada al Oscar a Mejor Película en Idioma Extranjero. 2008 fue el año de Vals im Bashir pero también de Etz limon, que mantuvo la exitosa distribución internacional que tuvieron las anteriormente mencionadas y cosechó varios premios, y esta primavera del cine israelí se extendió a 2009 con Lebanon, de Samuel Maoz, que cosechó varios premios internacionales y Ajami, de Yaron Shani y Scandar Copti, que le dio otra nominación al Oscar al cine israelí.
En cuanto a Etz limon, dirigida por Eran Riklis, que cuatro años antes había dirigido la también exitosa y premiada La novia siria, se trata de una de las tantas películas que trata el tema más extendido en la historia del cine israelí, el conflicto israelí-palestino, desde un escenario alejado de intifadas y acciones bélicas. El punto de vista está centrado en una mujer palestina viuda que debe defender la plantación de limoneros de su padre cuando el ministro de defensa israelí se muda al lado de ella y, para evitar una eventual infiltración terrorista a través de esa plantación y resguardar su seguridad personal, decide podar la plantación de su vecina.
Riklis, al igual que Uri Barbash en Me’ahorei hasoragim (Detrás de los muros, 1984), se corre del conflicto en su faceta bélica para mostrar que la disputa entre los dos bandos tiene, inevitablemente, un sistema detrás que genera esa disputa y, al que son sometidos de un lado y del otro. En el caso de Me’ahorei hasoragim, había un favoritismo desde quien detentaba el poder en la cárcel hacia el bando israelí, pero ambos bandos se mostraban igualmente sometidos a su voluntad. En Etz limon, el poder que detenta el ministro por sobre su vecina palestina hace que no pueda mostrarse a sí mismo como víctima, por ello Riklis elige tomar a la mujer del ministro para empatizar con el sufrimiento de su vecina y enfrentar a su marido. Pero el ministro, aunque exhibe los vicios típicos de la política (la mentira, el doble discurso frente a cámara), no se muestra como el villano de la película sino como alguien a quien no le quedó otra opción que afectar la vida de su vecina para resguardar su integridad.
Etz limon es una película que establece una parábola con las medidas políticas que han dividido a israelíes y palestinos desde la creación del Estado de Israel y lo hace sin blancos y negros, apelando a un relato de dimensiones humanas, con algunos apuntes innecesarios como el romance furtivo entre Salma, la mujer palestina y su joven abogado, pero que no afectan la integridad de la trama.