Crítica de ‘Pozos de ambición’

Estreno en España: 15 de febrero

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SINOPSIS

Ambientada en el boom del petróleo en la frontera de California a principios del siglo XX, la historia relata el éxito de Daniel Plainview, que pasa de ser un minero extremadamente a convertirse en un magnate del petróleo. Gracias a un misterioso soplo, Plainview descubre la existencia de un mar de petróleo bajo la tierra de un pequeño pueblo del oeste, y se lleva a su hijo, H.W., a probar suerte en el polvoriento Little Boston. En este pueblo establecerá una relación muy particular con el pastor local, Eli Sunday, y el petróleo sacudirá los vínculos entre él, su hijo, y todos los habitantes del lugar.

FICHA TÉCNICA

Dirección: Paul Thomas Anderson.
País:
USA.
Año: 2007.
Duración: 158 min.
Género: Drama.
Interpretación: Daniel Day-Lewis (Daniel Plainview), Paul Dano (Paul Sunday/Eli Sunday), Kevin J. O’Connor (Henry), Ciarán Hinds (Fletcher), Dillon Freasier (H.W.), Randall Carver (Sr. Bankside), Coco Leigh (Sra. Bankside), Sydney McCallister (Mary Sunday), David Willis (Abel Sunday), Kellie Hill (Ruth Sunday).
Guión: Paul Thomas Anderson; adaptación libre de la novela “Petróleo” de Upton Sinclair.
Producción: Joanne Sellar, Paul Thomas Anderson y Daniel Lupi.
Música: Jonny Greenwood.
Fotografía:
Robert Elswit.
Montaje: Dylan Tichenor.
Diseño de producción: Jack Fisk.
Vestuario: Mark Bridges.
Estreno en USA: 26 Diciembre 2007.
Estreno en España: 15 Febrero 2008.

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Crítica de Cine.com

por Leo Aquiba Senderovsky

Recientemente, le comenté a un amigo que Pozos de ambición era un intento de Paul Thomas Anderson de pasar a la liga de los directores de películas mayores, importantes. Mi amigo me contestó con una frase bastante interesante: “Paul Thomas Anderson no tiene ‘intentos’”. Se entiende, lo dijo antes de ver esta última. Un signo de este paso al supuesto cine grande es Daniel Day Lewis, que ya cuenta en su haber con varias películas importantes, trascendentes, y algún merecido Oscar al que tranquilamente se le podría sumar otro por esta película. Pienso en el término “intento”, lo relaciono con Day Lewis y me remito a Scorsese y su Pandillas de Nueva York. La relación es sencilla, tanto aquella como esta son interpretaciones de la gestación de lo que hoy conocemos como Estados Unidos, y en ambas la sangre cuenta con un papel protagónico. En Pandillas…, Scorsese llevó adelante un sueño de décadas, para encarar su “intento” de película mayor. Se olvidó, claro, que sus películas mayores las realizó de joven, y alguien que dirigió Taxi driver y Toro salvaje, difícilmente pueda aspirar a realizar algo más importante que eso. El resultado fue bastante desolador, una película grande pero completamente vacua, con mucha sangre explícita, y poca sangre detrás.

Pozos de ambición es un poco el reverso de aquella. La sangre está en los márgenes, en las grietas, y la violencia estalla en momentos precisos. Como el petróleo, se contiene, aprovecha los momentos adecuados para intervenir (¿recuerdan las explosiones de violencia de Adam Sandler en Embriagado de amor, la anterior de Anderson? Algo similar a eso). El problema quizás sea otro. No está en el elenco, que con el inmenso Daniel Day Lewis, y Paul Dano en un muy aprovechado papel de contrafigura, logran cubrir cualquier expectativa. El problema está en lo que significa realizar una película grande.

Aquí lo grande primero está en la metáfora histórica, la peculiarmente iconoclasta idea de exponer como símbolo del progreso a un embaucador, un oportunista, una suerte de Charles Foster Kane del petróleo (el mismo aire de grandeza, y el mismo destino desgraciado que aquel). Luego está en la música (aquí disiento con la opinión de Natalia, sin dejar de considerar que la suya es una interpretación interesante y totalmente válida). P. T. Anderson abandona la tierna música pop de Jon Brion, quien compuso temas en todas sus anteriores películas, para contratar a Jonny Greenwood, guitarrista de Radiohead, quien invade la pantalla de sinfonías y melodías excesivamente reiterativas y completamente contrastantes con las imágenes, convirtiendo la primera mitad de película en un concierto molesto, que impide disfrutar de las imágenes y la historia (el silencio debería ser amigo del compositor, no enemigo, y aquí simplemente falta eso, un poco de silencio).

Lo interesante del caso, es que P. T. Anderson, desde el comienzo, deja la frescura de sus películas anteriores, para abordar un registro “elocuente”, y le basta una sola escena, precisamente la última, para echar por tierra todo lo anterior, y sumergirse en el riesgo pleno, sin perder de vista el eje discursivo de la película. En la última escena combina duelo actoral (al límite de la sobreactuación, vale aclarar), pasos de comedia física, y cine gore (si le faltaba sangre, basta el último plano), y en el medio de todo este desconcierto, le hace decir a Daniel Day Lewis “I drink your milkshake” (“yo me tomo tu milkshake”), frase tan absurda, como sintetizadora del espíritu del personaje. Tal vez esta mezcla final tenga más que ver con P. T. Anderson, que todo el resto de la película. De todos modos, Pozos de ambición no deja de ser lo mencionado al comienzo. Dentro de su filmografía, uno de los directores que más aire fresco le brindó, desde su debut, al panorama actual del cine americano, nos entrega esta vez su primer gran “intento”. Y esta palabra consigue sintetizar todo: Riesgos, inquietudes, aciertos y errores. Todo ello en grandes cantidades, tantas como su extensa duración se lo permite.

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CÓMO SE HIZO “THERE WILL BE BLOOD (POZOS DE AMBICIÓN)”

“THERE WILL BE BLOOD. POZOS DE AMBICIÓN” mezcla diferentes temas propios de la cinematografía americana para explorar la poderosa confluencia de la ambición, la riqueza, la familia y el atractivo magnético del Oeste. La quinta película de Paul Thomas Anderson sumerge al público con realismo y crudeza en
la California de principios del siglo XX cuyo protagonista es un personaje inolvidable. Daniel Plainview, un brusco visionario que, gracias al petróleo, se transforma a sí mismo y a todo un pueblo. En su ascenso de minero pobre a magnate poderoso, a imagen y semejanza de otros históricos pioneros del petróleo como Edward Doheny o John Rockefeller, Plainview traerá progreso y riqueza a una tierra que nunca había conocido tales privilegios, pero lo hará a costa de pervertir su alma. Tal y como lo interpreta Daniel Day-Lewis, ganador de un Premio de
la Academia®, Daniel Plainview es un hombre cuyo encanto, aspiraciones y obsesión por seguir siendo él mismo, harán temblar los pilares de Little Boston, una pequeña ciudad del centro de California. Mientras el petróleo mana a raudales de la tierra, Plainview cambiará la forma de vida de este pequeño mundo – contraponiendo la fe, la esperanza, el amor y el trabajo al cinismo, la avaricia, la seducción y la corrupción más monstruosa. La película se filmó en Marfa, Texas, donde se rodó hace décadas GIANT (GIGANTE) la legendaria película sobre el petróleo. Anderson y su entregado equipo y reparto, han creado un armonioso abanico de imágenes que parecen asombrosamente auténticas, como sacadas de una fotografía color sepia. Pero no dejan de ser imágenes completamente originales y centradas en el meteórico ascenso de Daniel Plainview y su espeluznante caída. Paul Thomas Anderson, dos veces nominado a los Premios de
la Academia®, ya había dirigido cuatro películas ambientadas en el Oeste, aunque cada una de ellas explora de forma totalmente diferente este territorio. Su primera película, HARD EIGHT, era una cinta de suspense sobre un crimen ambientada en los casinos de Las Vegas. La siguiente fue BOOGIE NIGHTS, una visión caleidoscópica de la industria de cine para adultos; MAGNOLIA es un complejo relato sobre una noche mágica y devastadora en el Valle de San Fernando; y PUNCH-DRUNK LOVE (EMBRIAGADO DE AMOR), un enfoque poco habitual de la comedia romántica. “THERE WILL BE BLOOD. POZOS DE AMBICIÓN” es la primera incursión de Anderson en los comienzos del emergente poderío y riqueza de California, antes de la industria del cine, antes de la tecnología, cuando el petróleo era la fuerza motriz de la tierra que atraía al Oeste a hombres ambiciosos y ávidos de poder en busca de fortuna y una nueva vida.
“THERE WILL BE BLOOD. POZOS DE AMBICIÓN” empezó con Oil!, la novela escrita en 1927 por Upton Sinclair, aunque la película sólo está basada en el libro. Mientras estaba en una librería londinense, Anderson, que echaba de menos su país, encontró la novela y su portada con un paisaje de California le atrajo inmediatamente. Cuando empezó a leerla, le convenció la visión de Sinclair de este estado, en un tiempo en que los tenaces y audaces buscadores de petróleo transformaban el paisaje rural sembrando torres de perforación y yacimientos petrolíferos. “La novela está ambientada en una zona que conozco muy bien, Signal Hill, y esa parte de la historia de California siempre me ha parecido muy interesante”, afirma Anderson. “Leer la novela me resultó apasionante”. Indudablemente, Upton Sinclair es más conocido por otra novela mucho más popular que publicó en 1907, The Jungle (
La Jungla). Ambientada en los mataderos de Chicago, destapó un gran escándalo y cambió para siempre la industria americana de la alimentación. Dos décadas después escribió otra novela que también pretendía denunciar la corrupción y la explotación en el corazón de la entonces emergente industria americana del petróleo. Ambientada en California, Oil! relata la relación de un millonario magnate del petróleo llamado J. Arnold Ross – inspirado en los magnates del petróleo de la época más ricos del país, incluido Edward Doheny – con su hijo, al que aspira a dejar el negocio familiar.
Pero su hijo se rebela contra él y empieza a organizar a los trabajadores de su padre contando con la complicidad de una familia de fundamentalistas pentecostalistas extremadamente pobre, incluido un pastor carismático y ávido de poder llamado Eli Watkins. Al principio, Paul Thomas Anderson se inspiró en las primeras 150 páginas de las 500 que componen la novela de Sinclair, en las que explora en profundidad las precarias y duras vidas de los buscadores y los trabajadores del petróleo. También se sintió atraído por el enfrentamiento que relata Sinclair entre la avaricia desenfrenada y un idealismo espiritual fuera de todo control. Ambas situaciones entrañan insidiosas consecuencias. Inspirándose en esa fuente, dibujó sus propios personajes de Daniel Plainview y Eli Sunday cuyos destinos se entrelazan. Anderson realizó más investigaciones (merodeando por los museos del petróleo de toda California), empapándose de las fotografías que reflejan el ambiente de aquella época. “Puedes llegar a marearte al ver esas increíbles fotografías”, señala Anderson, “y llegas a comprender la forma de vida de toda aquella gente. Las zonas petrolíferas del área de Bakersfield esconden multitud de historias interesantes. En ellas viven muchos nietos de trabajadores del petróleo y están repletas de cultura popular. Investigamos muchísimo. Volví a mis tiempos de estudiante y me resultó muy emocionante”. Además, Anderson leyó numerosos libros y le impactó mucho The Dark Side of Fortune (El lado oscuro de la fortuna), una aclamada biografía de Edward Doheny escrita por Margaret Leslie Davis, que cuenta cómo Doheny creció como hijo de inmigrantes en una mina de plata de Silver City, Nuevo México y acabó convirtiéndose en un icono de la fama y el poder, el primer petrolero de California al que caracterizaba su corrupta avaricia. Para seguir el rastro de Doheny, Anderson realizó un viaje a Silver City, sumergiéndose en las antiguas fotografías y en los amarillentos periódicos que llenan las bibliotecas y los museos de la ciudad. Una mezcla de historias, paisajes forjada con la naturaleza más íntima de esa pegajosa y preciosa sustancia que se convirtió en la fuerza motriz del guión de Anderson. Incorporó un diálogo cargado de poesía e impactantes secuencias visuales de enorme suspense. La investigación finalizó y, como dice Anderson: “Había llegado el momento de levantar la cabeza de los libros y echarnos a la carretera”. Y así lo hizo, con sus viejos socios de producción JoAnne Sellar y Daniel Lupi. Sellar sabía que Anderson quería “hacer algo totalmente diferente” desde PUNCH-DRUNK LOVE, y se sintió atraída por el mundo que esperaba crear en “THERE WILL BE BLOOD. POZOS DE AMBICIÓN”, aunque era consciente del enorme desafío que planteaba la película. “Paul había enviado el guión a Daniel Day-Lewis cuando ya había realizado tres cuartas partes del trabajo, y Daniel se comprometió de inmediato. Fue genial, porque no estoy segura de que Paul hubiese hecho la película sin Daniel”, comenta Sellar. “Ya teníamos el guión y teníamos a Daniel, así que sólo nos quedaba pensar en un modo creativo de hacerlo”.

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