Crítica “Guardianes del día”

Estreno en España: 21 Septiembre 2007

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Sinopsis

La historia gira en torno al conflicto y al equilibrio que vienen manteniendo las fuerzas de la luz y la oscuridad como consecuencia de una tregua establecida desde la Edad Media entre ambos bandos contrapuestos. Pero esta antigua guerra entre las fuerzas de la Luz y la Oscuridad está a punto de alcanzar un trágico resultado. Cada bando ha ganado para sí a un potente Gran Otro, el choque entre ambos se adivina inevitable y Anton Gorodetsky (Konstantin Khabensky) se ve envuelto una vez más en medio de todo este conflicto. Por un lado está el hijo de Anton, Egor (Dima Martynov), que se ha sumado a las filas de la Oscuridad, mientras que Svetlana (Maria Poroshina), de la que Anton está enamorado, representa la esperanza de la Luz. Pero esto no es más que el comienzo de sus problemas: Anton tiene que emprender la huida cuando le acusan de un asesinato. Las cosas van empeorando y sólo la ancestral Tiza del Destino puede sacarle del atolladero. Sólo hay un pequeño inconveniente: esa Tiza mágica se perdió hace cientos de años…

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Crítica de Cine.com por Leo Aquiba Senderovsky

Hace unos años, la división independiente de la FOX presentaba una sorprendente superproducción rusa de ciencia ficción, que más le debía al cine americano que al de su propio país. Guardianes de la noche, un festival videoclipista de efectos especiales, muchos de ellos copiados de Matrix, una historia que mezcla elementos de sagas como Star Wars, El señor de los anillos, y demás, junto con elementos del cine de vampiros, daba la sensación de ser un apabullante pastiche envuelto en caprichos visuales y exceso de trucos digitales. La historia, que narraba la eterna lucha entre el bien y el mal, finalmente era lo menos relevante de esta producción. La segunda parte, sin embargo, apuesta a lo mismo, pero aportándole mayor peso dramático a la trilogía. Hay aquí una preocupación mayor por los personajes, como naturalmente se suponía por el enfrentamiento padre – hijo que se daba al final de la primera. El hijo de Anton, Egor, se pasaba al lado de los villanos, por rencor a su padre. Sus características en la historia lo hacen parecerse demasiado al Anakin Skywalker de los episodios 1 y 2 de Star Wars, o a una mezcla entre este y el niñito diabólico de La profecía. El peso que se le da a los personajes, principales y secundarios, es tal que gran parte de la película se va en esto, lo cual no deja de ser meritorio, aportándole a la historia el sustento necesario. La dirección va hacia el mismo lado, siendo técnicamente menos ambiciosa y más funcional a lo que se intenta narrar. Al parecer, Bekmambetov ha entendido que el derroche visual puede entorpecer la narración, y aquí ese factor se encuentra en el nivel adecuado, equilibrado entre la historia y el espectáculo. La música aún no encuentra el rumbo preciso, abrevando en el rock y en el plagio descarado del tono épico de John Williams en Star Wars, sin que existiese una razón valedera para utilizar indiscriminadamente dos géneros musicales tan disímiles. El final de la película le aporta un valor agregado, apelando al inicio de la trilogía y concentrándose en la relación entre los personajes, y como estos vínculos afectan al enfrentamiento principal entre los dos bandos, volviéndola una película mucho más rica e interesante que la primera, y aportándole más atractivo a esta deslumbrante adaptación de la saga de novelas homónimas rusas de corte fantástico. Habrá que esperar la tercera parte.

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Dirección: Timur Bekmambetov.
País:
Rusia.
Año: 2006.
Duración: 140 min.
Género: Acción, fantástico, terror.
Interpretación: Konstantin Khabensky (Anton Gorodetsky), Maria Poroshina (Svetlana), Vladimir Menshov (Geser), Galina Tyunina (Olga), Victor Verzhbitskiy (Zavulon), Zhanna Friske (Alisa), Dima Martynov (Egor), Valeriy Zolotukhin (padre de Kostya), Aleksey Chadov (Kostya).
Guión: Sergei Lukyanenko, Timur Bekmambetov y Alexander Talal; basado en la novela de Sergei Lukyanenko y Vladimir Vasiliev.
Producción: Konstatin Ernst y Anatoly Maximov.
Música: Yuri Poteyenko.
Fotografía:
Sergei Trofimov.
Montaje: Dmitri Kiselev.
Dirección artística: Valery Victorov y Mukhtar Mirzakeyev.
Vestuario: Varia Avdiushko.
Estreno en Rusia: 1 Enero 2006.

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Biofilmografía de Timar Bekmambetov

Tras licenciarse en el Instituto A.N. Ostrovsky de Arte Dramático en Tashkent, Bekmambetov trabajó como diseñador de decorados para el Teatro Ilkhom Theater y los Estudios Uzbekfilm. Su primer anunció lo dirigió en 1989 y desde entonces ha dirigido anuncios para más de 500 marcas, cubriendo desde bebidas como Pepsi o la cerveza Golden Barrel hasta la firma de coches Daewoo. Sus obras han recibido numerosos premios internacionales de publicidad, incluyendo el Gran Premio del Festival Internacional de Moscú (1994), el Nuevo Festival Europeo en Eslovenia (1994) y el Premio Publicitario a la Mejor Imagen del Festival de Houston (1995).

Su debut como director y guionista llegó en 1994 con “The Peshavar Waltz”, por el cual recibió el premio al Mejor Director, logrando además la propia película el premio al Mejor Conjunto en el Festival Internacional Karlovy Vary

Es fundador y Director General de la firma Imperial Film Closed Stock Company y de TABBAK Film Studio.

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CÓMO SE HIZO “GUARDIANES DEL DÍA”

1. El proyecto

Tanto la novela de Sergei Lukyanenko y Vladimir Vasiliev Los guardianes del día, como su precuela Los guardianes de la noche y su secuela Los guardianes del crepúsculo, han marcado todo un hito en la literatura rusa. La trilogía narra la irrupción de batallas sobrenaturales en las frenéticas calles del Moscú contemporáneo, conectando directamente con grandes masas de un nuevo público (jóvenes lectores rusos, seguidores de historias de fantasía y usuarios de Internet) que la ha convertido en todo un fenómeno, un clásico de culto que ha vendido ya 500.000 copias. Además, desde que se estrenaran respectivamente las entregas cinematográficas de LOS GUARDIANES DEL DÍA y LOS GUARDIANES DE LA NOCHE, esta trilogía ha vendido otros 2,5 millones de copias. Sergei Lukyanenko es un autor prolífico licenciado en psiquiatría que siempre deseó escribir una historia épica de magia ancestral que se desarrollara en nuestro tiempo. «Durante un tiempo estuve detrás de escribir algo de fantasía, pero mi interés no apuntaba tanto a gnomos o elfos -explica Lukyanenko entre cuyas obras se encuentran la trilogía Línea de sueños y Caballero de las cuarenta islas- entonces se me ocurrió una idea enigmática: la Noche como un campo de batalla de magos que viven ocultos entre la gente corriente y que sólo pueden luchar cuando no interfieran con la humanidad. De ahí surgió la siguiente idea de los Guardianes de la Noche, una unidad especial creada para controlar a esos magos. Y ésta a su vez condujo al desarrollo de la unidad antagonista de estos guardianes, los Guardianes del Día, en su eterna batalla de los unos contra los otros». En seguida, las criaturas sobrenaturales que componían los Guardianes de la Noche y los Guardianes del Día (criaturas con sobrecogedores poderes mágicos que actúan apenas a un paso de la realidad urbana de apartamentos reducidos y estaciones abarrotadas del metro), fueron cautivando a lectores a lo largo y ancho de Rusia, entre los cuales se hallaba el gran productor ruso Konstantin Ernst, también Director General de Channel One Russia, la mayor red de televisión rusa y de mayor éxito.

Ernst no suele sentirse atraído hacia las historias de fantasía, pero cuando Los Guardianes de la Noche cayó en sus manos, no pudo dejar de leerla. Entonces, impulsado por un apasionado entusiasmo por explorar las posibilidades cinematográficas de esta historia, se sumergió de inmediato en el desarrollo de la misma junto al productor Anatoly Maximov. Nueve meses más tarde comenzó el rodaje de esta película con un guión adaptado por el propio Lukyanenko en colaboración con Timur Bekmambetov.

Para dirigir esta historia de brujas, hechiceros y vampiros que tiene lugar en las calles urbanas de hoy en día, los productores sabían que precisaban un director que fuera verdaderamente innovador en el campo visual. Así, comenzaron a buscar a alguien que lograra imprimir a la historia un marcado sentido y estilo originales, y que pudiera combinar la fuente inagotable de emociones que suponen los efectos especiales actuales con una comprensión del alma rusa. Descubrieron que buscaban a alguien como Timur Bekmambetov. Nacido en Kazajstán, es un aclamado puntal creativo en los campos de anuncios y videoclips, que ha dirigido más de 600 anuncios para compañías de la talla de Coca-Cola, Pepsi, Apple, Microsoft, Ford y Procter & Gamble. Bekmambetov hizo su debut como director de largometrajes en 1994 con THE PESHAVAR WALTZ, un film de autor sobre la guerra de Afganistán. Su segundo largometraje, GLADIATRIX (2000) (también conocida como THE ARENA), se filmó en inglés y fue coproducida por el legendario Roger Corman.

«Timur tiene un gran sentido visual -comenta el productor Anatoly Maximov- pero además ahonda mucho en los personajes, al mejor estilo Stanislavsky. Y de la mezcla resultante surgió el estilo de esta película».

Konstantin Ernst conoció por primera vez a Bekmambetov mientras éste presentaba, producía y dirigía un programa mensual de televisión sobre arte y cultura llamada «Matador». A menudo ambos compartían una sala de edición y comentaban acerca de hacer alguna película juntos. «Uno de mis objetivos principales siempre fue reinventar la industria del cine ruso, y hablábamos sobre ello -explica Ernst- así que le expliqué que quería forjar una nueva imagen y llevar el cine ruso a un nuevo nivel para que realmente entrara a formar parte del circuito cinematográfico internacional, concibiéndolo no sólo para los círculos de cine de autor o festivales, sino para lograr historias emocionantes dirigidas al público en masa. LOS GUARDIANES DEL DÍA y LOS GUARDIANES DE LA NOCHE nos ha dado esa oportunidad».

Bekmambetov imprimió al proyecto la gran pasión que siente por los maestros de acción modernos de Hollywood, bebiendo de la influencia de realizadores como James Cameron, Ridley Scott, Roger Corman, los hermanos Wachowski y Quentin Tarantino. Y con todo, al principio se mostraba escéptico ante la idea de que una historia de terror y fantasía gustara al público ruso.

«A diferencia de Estados Unidos, en Rusia no se había filmado jamás una película como ésta -señala el director- pero al leer la novela, en seguida me di cuenta de que Sergei había conseguido extrapolar la magia, los milagros, lo trascendental y lo sobrenatural a nuestro estilo de vida. Descubrí que la historia era realmente especial porque en ella, no sólo la fantasía se mezcla con la realidad, si no con la realidad rusa, y además es la primera película rusa que ofrece este singular enfoque. La historia tiene lugar en el mundo real, en la vida rusa cotidiana, pero también pertenece al género fantástico. De modo que mi idea consistía en que pareciera lo más real posible en la pantalla, reservando al mismo tiempo un contexto para lo místico y lo fantástico en la vida moscovita contemporánea. Fue un reto maravilloso».

Cuanto más leía, más se entusiasmaba con la visión de vampiros deambulando por las calles a menudo caóticas y atribuladas del Moscú actual. «Los libros eran pura poesía, eran una pasada, eran divertidos -comenta Bekmambetov- la historia me provocaba porque empecé a pensar cómo se podían conectar todas estas cosas: la Plaza Roja y vampiros, vampiros y el Ballet Ruso, etcétera. Era una mezcla tan interesante que descubrí que me producía un sentimiento muy personal, porque una parte de mí es ese realizador que adora los vampiros, a Roger Corman y MATRIX. Al mismo tiempo, otra parte de mí posee la mentalidad de la realidad rusa, en donde hay muchos problemas: hay muchos coches de mala calidad, casas muy sucias, barones del petróleo muy ricos y gente muy pobre. Pero esta historia hacía que se juntaran esos dos extremos en mí: la realidad rusa y las películas estadounidenses».

Bekmambetov comenzó a ver esta película como una forma de combinar todas sus influencias en una sola historia original de entretenimiento, salpimentándola con persecuciones salvajes, espeluznantes proezas, potentes explosiones y efectos especiales de las criaturas sobrenaturales combinadas con una particular mezcla de humor taimado, abundante filosofía y esa perspectiva interior de la humanidad que siempre ha marcado la literatura rusa.

También le atrajo especialmente la exploración alegórica sobre el frágil equilibrio entre el bien y el mal en el mundo de hoy en día. Para Bekmambetov, los miembros de los Guardianes de la Noche y sus contrarios en los Guardianes del Día representan dos filosofías sociales diferentes que compiten entre sí. «Representan dos formas distintas de vida: la libertad total frente a la responsabilidad -comenta- los Guardianes del Día pertenecen a la Oscuridad y representan una especie de independencia total y libre, pero los Guardianes de la Noche son todo responsabilidad y conciencia. Este dualismo ha existido durante miles de años. La idea de que debemos ponderar las consecuencias de nuestras acciones es muy antigua».

Bekmambetov trabajó estrechamente con Lukyanenko para adaptar su novela a la gran pantalla, y no sólo halló que Lukyanenko estaba más que dispuesto a jugar con su propia creación, sino que deseaba añadir nuevos elementos para realzar la experiencia del espectador. «Añadimos la trama secundaria de Anton (Konstantin Khabensky) y su hijo perdido hace tiempo, Egor (Dima Martynov) para hacerla más dramática, más emocional, más rusa -explica Bekmambetov- por encima de la acción, se halla esta historia de un padre que ha perdido a su hijo, que se siente terriblemente culpable y que se pasa su vida tratando de resolver este problema que está atormentando su conciencia… una historia típicamente rusa».

A la hora de preparar el rodaje de esta historia épica con un presupuesto mucho menos épico, Bekmambetov siempre tuvo en mente lo que le contó su amigo y mentor Roger Corman y que resultó una lección vital en lo referente a dirección de películas. «Me dijo que lo más importante para un director es pensar cómo imitar un presupuesto mayor del que realmente maneja -recuerda Bekmambetov- el truco reside en la creatividad».

Un factor clave para su visión creativa sobre esta película es el omnipresente e intenso realismo que se despliega sobre los penetrantes e ingeniosos efectos especiales. De hecho, declara que quería que los espeluznantes vampiros, brujas y hechiceros parecieran de lo más amenazador… al mismo tiempo que pudieran pasar por el vecino de al lado. «El público ruso -explica- no tiene una experiencia anterior con este tipo de cine porque nunca hemos tenido películas de cine fantástico o cómics… todo esto es nuevo. De modo que el único punto de partida sólo podía consistir en hacer que todo fuera muy realista, para que el público pudiese creerse la historia lo suficiente como para aceptar la parte de fantasía. Para mí, esto implicaba que me tenía que creer un mundo donde existieran vampiros, aunque supiera que esto es imposible».

Para Anatoly Maximov, este enfoque de Bekmembatov ha aportado una relevancia latente a la historia que la hace aún más trepidante. «El mundo que ha creado es hiperrealista y reconocible a la vez -relata- los personajes, las situaciones sociales y los elementos psicológicos nos resultan familiares a todos. La película se convierte en una historia sobre un hombre que sufre una crisis moral y las fuerzas de la Luz y la Oscuridad que luchan por su alma… ¡es algo serio!».

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