Estreno en España: 24 Julio 2009
Puntuación:
Sinopsis
Bruno (Alberto Amarilla), estudiante en la Escuela Internacional de Cine Murnau, se enfrenta, junto al resto de sus compañeros, a la prueba de final de curso del temido profesor Gustav Olinski (Alex Angulo), conocido por el sobrenombre de Caligari por su fijación por el cine expresionista. Bruno, huérfano de padres, trabaja de noche en el archivo de la escuela para poder pagar el curso. Le acompaña de vez en cuando Arianna (Oona Chaplin), una estudiante de carácter abierto y desenfadado con quien el tímido y problemático Bruno parece tener una verdadera amistad. Después de un turno de noche en el archivo, y del insomnio cada vez más acusado de Bruno, su lucidez empieza a vacilar. El joven empieza a percibir cosas extrañas, visiones, sin llegar a distinguir si son reales o no. En esas apariciones hay una presencia recurrente, un chico ensangrentado que parece guiarle para que descubra algo. Con la ayuda de Arianna y a través de una serie de descubrimientos desconcertantes y personajes que resultarán ser de vital importancia –desde el viejo profesor Astolfi (Francesco Carnelutti), a la propietaria de la escuela, la condesa Orsini (Geraldine Chaplin)– Bruno llegará a reconstruir la complicada trama que se esconde tras la escuela, después de que ocurran una serie de crímenes sanguinarios.
Crítica de Cine.com por Leo Aquiba Senderovsky
En primer lugar, Imago Mortis posee una premisa tan clara como original, que podría haberla alejado tranquilamente del grueso de las películas de terror. Hace algunos años, una producción europea con John Malkovich y Willem Dafoe llamada La sombra del vampiro, apeló con suma destreza narrativa al anecdotario del expresionismo alemán, particularmente a la mitología referente al rodaje de Nosferatu, para plasmar un interesante relato de terror. Imago mortis no se apoya en una película o anécdota particular del expresionismo alemán, sino que crea una nueva anécdota que podría calzar dentro del imaginario de ese movimiento. La anécdota le adjudica al expresionismo alemán, movimiento tan complejo y sintomático de la locura que se gestaba en su país de origen, que tal vez pueda ostentar el título de ser la corriente cinematográfica más estudiada de la historia, la invención del tanatoscopio, una máquina capaz de destrozar los ojos de quien la utiliza, a la vez que permite capturar en la retina la última imagen antes de morir. Con semejante elemento, tan interesante como horripilante, se podría haber construido una película de terror fantástica, capaz de jugar a la perfección con los códigos y la mitología expresionista.
Pensemos que la forma en que se cuela el cine en tanto productor de morbo, con un estudiante de cine que descubre la forma en que las autoridades de su institución educativa cruzan los límites del horror en su afición por el costado más terriblemente voyeur de la producción de imágenes, hace recordar a Tesis, la excepcional ópera prima de Amenábar. Claro que lo primero que demostraba Amenábar era su total confianza en los recursos cinematográficos. Tesis tomaba el género snuff para hacer una notable exposición del aspecto más violento y morboso del cine, pero antes que eso era un relato de suspenso sumamente sólido y efectivo, con un gran manejo de climas. Imago mortis crea una máquina terrorífica y una anécdota que, aunque excesivamente desquiciada, podría haber sido tristemente real (a fin de cuentas, si existe el snuff, el género marginal dedicado a retratar muertes reales, ¿por qué no podría existir una máquina capaz de capturar la última imagen que queda congelada en nuestra retina, cuando la misma máquina decide “hacernos pasar a mejor vida”?), pero pese a la magnitud del elemento central en la trama, la película demuestra una notoria desconfianza en los recursos principales del género de terror. No sólo del terror, sino del propio expresionismo. Si la película se hubiese decidido por encabalgarse en un estilo aunque sea imitativo del expresionismo alemán, como un homenaje a aquel estilo visual totalmente único, podría haber naufragado en el vacío de la referencia celebrativa, pero al menos esta decisión habría tomado algo más del expresionismo, un género que merece ser revisado ante los ramplones límites del horror actual, que una mera anécdota inventada para la ocasión.
La realidad es que, más allá de la entidad propia que el expresionismo alemán ha adquirido con las décadas y el exhaustivo estudio tanto de sus recursos y planteos estéticos, como de los desquiciados relatos del detrás de cámara, el género ha pesado mucho más en la Historia del cine por esa fantástica imaginería estilística, que por la mitología creada sobre los anecdotarios de su producción. De todo lo que define al expresionismo, Imago mortis sólo ha tomado la mitológica locura de su background, para producir una película de terror absolutamente rutinaria, que intenta coquetear a la vez que con el expresionismo, con lo gótico, pero termina a medias con ambas estéticas, incapaz de hacer que esos movimientos confluyan en y estimulen el estilo visual de la película (reducido a “oscurecer” a toda costa la imagen, con el fin de que eso cause por sí solo cierto terror). Lamentablemente, la cinefilia histórica que despliega la premisa de la que parte la película, decanta en una forma que desdeña los aspectos más maravillosamente horrorosos de los estilos que cita, y la película naufraga en el océano de la coproducción (tanta participación de componentes de distintos países para una película que no tiene bandera ni identidad alguna), y pretende asustar con recursos a esta altura tan sobreutilizados como trillados. Podríamos haber estado ante una película que fuese tanto un homenaje, como un relato apoyado en los más acabados recursos cinematográficos que históricamente ha desplegado el género. Pero la cita nunca llega a ser homenaje, y el todo demuestra una mayor confianza en el irrelevante, efectista y sobreexplicativo terror americano actual, que en las verdaderas potencialidades del género. Una lástima.
Lo mejor de la película: El tanatoscopio, y Alex Angulo.
Lo peor de la película: La cita al expresionismo alemán nunca se convierte en homenaje, y el terror que construye es completamente artificial, rutinario y efectista.
Dirección: Stefano Bessoni.
Países: Italia, España e Irlanda.
Año: 2008.
Duración: 109 min.
Género: Thriller, suspense, terror.
Elenco: Alberto Amarilla (Bruno), Oona Chaplin (Arianna), Leticia Dolera (Leilou), Geraldine Chaplin (condesa Orsini), Alex Angulo (Caligari), Francesco Carnelutti (Astolfi), Silvia De Santis (Elena), Francesco Martino (Richard), Kenji Kohashi (Ozu), Paolo De Vita (Orfeo), Jun Ichikawa (Aki).
Guión: Estefano Bessoni y Luis Alejandro Berdejo; con la colaboración de Marcello Paolillo, Giulia Blasi y Richard Stanley; a partir de una idea de Stefano Bessoni, Giulia Graglia, Filippo Meneghetti, Antonio Marchesi y Piero Tomaselli.
Producción: Sonia Raule y Álvaro Augustin.
Música: Zacarías M. de la Riva.
Fotografía: Arnaldo Catinari.
Montaje: Raimondo Aiello.
Dirección artística: Briseide Siciliano.
Vestuario: Alessandra Torella.
Estreno en Italia: 16 Enero 2009.
Filmografía de Stefano Bessoni
Imago mortis (2009)
Frammenti di scienze inesatte (2005) (V)