Estreno en España: 3 Julio 2009
Puntuación:
Sinopsis
La noche en que Mari (Sara Paxton) y su amiga Paige (Martha MacIsaac) llegan a la solitaria casa que los Collingwood tienen a la orilla del lago, son secuestradas por Krug (Garret Dillahunt), un psicópata que se ha escapado de la cárcel, y sus compañeros, su perturbada novia Sadie (Riki Lindhome); su sádico hermano Francis (Aaron Paul), y su anulado hijo Justin (Spencer Treat Clark). Los secuestradores abandonan a Mari, convencidos de que ha muerto. Aterrorizada, sabe que su única posibilidad de supervivencia es encontrar a sus padres John y Emma (Tony Goldwyn y Monica Potter). Por desgracia, sus atacantes se han refugiado en el único sitio donde ella estaría segura. Cuando los padres de Mari se enteran de la terrible historia, conseguirán que tres extraños se arrepientan eternamente de haber entrado en la última casa a la izquierda.
Crítica de Cine.com por Leo Aquiba Senderovsky
El género de terror, especialmente si analizamos sus exponentes actuales, puede dividirse en varias categorías. La primera de ellas es un terror que busca con suma legitimidad cinematográfica provocar el efecto principal al que recurre el género: el susto. Para eso puede valerse o no de aspectos sobrenaturales, pero lo que primará es la construcción de climas, el manejo de los recursos cinematográficos para causar ese efecto, y también para jugar con determinados límites estilísticos. Dentro de esa categoría se destacan quienes manipulan al máximo los recursos sin perder su coherencia estética, y quienes hábilmente llevan el género al terreno de la alegoría política y social. En otra categoría se encuentra el gore, caracterizado por su desborde de sangre, su exceso de violencia gráfica y su coqueteo, en la mayoría de los casos, con el absurdo y hasta con la comedia. Por otro lado tenemos el terror que hoy prevalece, el que juega con un contraplano que permanece en las sombras, que intenta ocultar al objeto que genera el miedo, un terror habitualmente sobrenatural, con personas, preferentemente adolescentes idiotas, que se encuentran dominadas por la presencia de seres extraños que se mueven con suma rápidez, mientras la música incidental se ocupa de destacar su maléfica presencia. En síntesis, un terror que repite y/o copia esquemas y secuencias, un terror que termina fagocitándose al reiterarse infinitamente. Por último hay un terror que no se sabe bien de qué la juega, que no es una cosa ni la otra, y no entra dentro de ninguna de estas características, más bien coquetea con algunas de ellas y termina volviéndose un engendro tan previsible, cuya única característica visible suele ser la híper violencia. Pero no una violencia que juega con el absurdo, sino una violencia dura, contundente, que impacta más de lo que asusta, que se regodea en ella sin apuntar a romper límites, que hasta podría llegar a considerarse una exaltación ideológica de ella.
La última casa a la izquierda posee la virtud de no contar con elementos sobrenaturales, tan en boga en los films de terror actuales. Posee dos mitades claramente divididas por el plano cenital sobre el cuerpo ensangrentado de la joven Mari, aparentemente muerta luego de intentar huir nadando en el lago. Una vez que los criminales (terribles bestias prácticamente inverosímiles por su monstruosa irracionalidad, pese a ser completamente humanos) se refugian en la “última casa a la izquierda”, donde se encuentran los padres de Mari, comienza la segunda parte de la película. La primera mitad se beneficia por una violencia sólidamente construida, pese a un disparador que parece anunciar “no te fumes un porro porque vas a terminar metido en problemas”. Para entendernos un poco, Mari entra en la habitación donde se encuentra su amiga Paige y Justin, un chico que acaban de conocer y que ha invitado a ese lugar a Paige a fumar un porro. Luego de un rato de estar ahí, aparece el padre de Justin, la novia de él y su hermano, los tres criminales, las tres bestias que atosigarán a los protagonistas durante toda la película. La situación hubiera funcionado de todos modos si no estuviese la marihuana en el medio, por lo que su presencia solo despierta esa inmediata reflexión en torno al discurso de la película.
Comienza la persecución, la violencia, los climas de terror que expresan el modo en que la desubicación de los “buenos” los lleva a volverse presas de los monstruos de turno. Y la película expone por primera vez su fragilidad ideológica en la violación de Mari, una escena que, por su tratamiento, produce mucho más morbo que pánico. Habíamos dicho que comienza la segunda mitad de la película una vez que los delincuentes arriban a la casa donde están los padres de la chica. Para ser más precisos, esta segunda parte comienza en realidad cuando los padres se dan cuenta que están alojando a los que sometieron a su hija. La película, afortunadamente, no sigue el camino tradicional del cine de terror actual, que hubiera convertido a estos padres en víctimas del accionar de la familia de criminales. La forma en que se resuelve esto es acaso peor, para regocijo de los espectadores sedientos de sangre y venganza, la película convierte de la nada a los padres de Mari en tremendos torturadores. Si el discurso de justicia por mano propia a cargo de Charles Bronson causaba cierto horror en los setenta, mejor ni hablar de estos padres que pasan de la bondad absoluta a cometer cualquier tipo de acto con tal de sacarse de encima a los criminales y lograr cierta venganza por lo que le hicieron a su hija.
De esa manera, la película pasa de cierta progresión del suspenso y de la violencia justificada, si se quiere, dentro de un contexto determinado, al definitivo regodeo en ella, la exposición descarnada de una sesión de tortura extendida hasta el final, con una ridícula escena insertada a modo de “bonus track” luego del desenlace, cuyo absurdo llega a intentar asomarse al gore, pero carece de humor para coquetear con ese subgénero. Si el tono completamente desbordado de esa escena hubiese aparecido antes en todo su esplendor, podríamos estar ante una película que en determinado momento se revela absurda, que termina desembocando intencionadamente en el sinsentido, que, vulgarmente hablando, “se va al coño o al carajo”, como prefieran, lo cual hubiese encauzado más las intenciones de los realizadores. Pero no, esta remake de la película de 1972 dirigida por Wes Craven, quien aquí aparece como productor, mantiene cierta coherencia, cierta solidez dramática y entretiene legítimamente hasta la mitad, y cuando deviene en una sesión de tortura (si hasta nos hace sentir al final cierta lástima por las tres bestias), expone un discurso ideológico mucho más peligroso que el que exponía el clásico de Bronson, se convierte en una definitiva, exacerbada y completamente gratuita apología de la violencia. Violencia que tiene mucho más que ver con una forma de entender la realidad criminal y la justicia, que con una forma de entender el género. Violencia que termina deshonrando los contados méritos de esta producción.
Lo mejor de la película: La progresión dramática y el suspenso durante la primera mitad.
Lo peor de la película: La apología de la violencia, de la justicia por mano propia al terrible regodeo en la tortura física.
Dirección: Dennis Iliadis.
País: USA.
Año: 2009.
Género: Thriller, terror.
Elenco: Sara Paxton (Mari), Tony Goldwyn (John), Monica Potter (Emma), Garret Dillahunt (Krug), Martha MacIsaac (Paige), Riki Lindhome (Sadie), Joshua Cox (Giles), Spencer Treat Clark (Justin), Michael Bowen (Morton), Aaron Paul (Francis), Usha Khan (criada).
Guión: Adam Alleca y Carl Ellsworth; basado en la película “The last house on the left” (1972) de Wes Craven.
Producción: Wes Craven, Sean Cunningham y Marianne Maddalena.
Música: John Murphy.
Fotografía: Sharone Meir.
Montaje: Peter McNulty.
Diseño de producción: Johnny Breedt.
Vestuario: Janie Bryant.
Estreno en USA: 13 Marzo 2009.
Filmografía de Dennis Iladis
1. The Last House on the Left (2009)
2. Hardcore (2004)
CÓMO SE HIZO “LA ÚLTIMA CASA A LA IZQUIERDA”
1. El proyecto
Con más de tres décadas como cineasta profesional, Wes Craven se ha convertido en un fenómeno cultural para el cine y la televisión. Reinventó el género de terror en 1984 con la clásica Pesadilla en Elm Street, escrita y dirigida por él, y unos años después volvió a dar otra vuelta de tuerca a las películas de terror con la exitosa trilogía Scream. Las entregas de ambos títulos han recaudado casi mil millones de dólares y demuestran un profundo conocimiento de los miedos inconscientes que habitan la psique humana. Pero el éxito de Wes Craven empezó en 1972 con su primera película, la sorprendente La última casa a la izquierda, un largometraje que hizo historia producido por Sean Cunningham, otro experto del género, que lanzó posteriormente otra exitosa saga, Viernes 13. A principios de los setenta, los universitarios estadounidenses protestaban en la calle contra la guerra de Vietnam. Millones de ciudadanos se sentían profundamente desilusionados por la carnicería que se emitía en cada boletín de noticias. Pero la injusticia también se vivía en Estados Unidos. Los jóvenes exigían más derechos civiles, más derechos para la mujer y los gays. Fiel reflejo de esta actitud revolucionaria, una nueva generación de jóvenes cineastas fue más allá de las fronteras del cine convencional. Entre estos innovadores cineastas se encontraban Wes Craven y Sean Cunningham, que empezaron a desarrollar una película que iba a cambiar el molde del thriller moderno. “La última casa… fue un proyecto muy acorde con la época”, dice Wes Craven. “Durante esos años tiramos las reglas por la borda, intentábamos deshacernos de la censura. Todos estábamos contra el sistema. Se luchaba en Vietnam, y las imágenes más fuertes que veíamos procedían de documentales de la guerra. En La última casa… decidimos mostrar la violencia tal como es y destapar la parte escondida de las películas de género hollywoodienses. Dimos la vuelta a todas las convenciones aceptadas hasta entonces para el cine de serie B”.
Wes Craven era profesor de universidad antes de cambiar de profesión, y se inspiró en la película de Ingmar Bergman El manantial de la doncella, basada a su vez en la balada medieval sueca “Töres dotter i Wänge” (La hija de Töre de Wänge). En la época, La última casa… fue un cambio radical de las habituales películas de monstruos y científicos locos de los años sesenta y principios de los setenta.
Los dos cineastas no estaban seguros de que una película de tan bajo presupuesto y con un tema tan controvertido atrajese al público. De hecho, más que nada les interesaba hacer un largo. “Cuando Sean y yo conseguimos levantar la película”, recuerda Wes Craven, “estábamos convencidos de que sería muy pequeña, que se estrenaría en un par o tres de cines. Muy poca gente la vería y menos se acordarían de ella. Por eso se nos ocurrió enseñar cosas que no se habían visto nunca en la pantalla. Decidimos saltarnos todas las reglas y hacer lo que nos diera la gana”.
La primera versión de La última casa… fue, tal como dice Sean Cunningham, “una película de guerrilla”. Se rodó con un equipo de 15 personas y un presupuesto que no alcanzó los cien mil dólares. Para ahorrar dinero, rodaron sobre todo en las casas de sus familias en Westport, Connecticut. “Digamos que más o menos fue así”, explica Sean Cunningham. “Dije: ‘Tengo una idea, hagamos una película. Escribes el guión, yo la produzco, tú la diriges. Haré los bocatas y grabaré el sonido’. Fue un rodaje muy básico, típico de estudiantes. Como cuando se prepara una obra de teatro en el instituto y todos trabajan 24 horas al día sólo por el placer de conseguir estrenarla. Éramos unos locos yendo de un lado a otro con una cámara”.
Los humildes orígenes de La última casa… no permitían vaticinar que se convertiría en un enorme éxito de taquilla y que revolucionaría el género del thriller. Wes Craven recuerda el fin de semana del estreno: “Llamé a Sean para saber qué pasaba con la película. Y me dijo: ‘¿Estás sentado? Es un éxito, es tremendo, la cola para entrar casi da la vuelta a la manzana’”. Después de estar en cartel durante semanas, siguió su camino por los campus universitarios y los pases de medianoche.
El crítico de cine Roger Ebert, del Chicago Sun Times, la aplaudió y la describió como “una pequeña película dura y amarga, cuatro veces mejor de lo que esperaba… una de esas raras películas que aparecen sin promoción y que funcionan a nivel comercial, pero que ofrece mucho más”.
En la industria, directores actuales pertenecientes al “splat pack” (sangre y vísceras a mogollón) reconocen que La última casa… influyó mucho en su estética. Con esta nueva versión de la obra maestra, dan la bienvenida a un nuevo miembro del exclusivo club, el joven director griego Dennis Iliadis.
Demos un salto en el tiempo y avancemos 30 años. Intrigados por el increíble éxito de los remakes de películas de terror como La matanza de Texas y Las colinas tienen ojos, esta última también de Wes Craven, los dos socios empezaron a pensar en una nueva versión de La última casa a la izquierda. “Al producir la película original con un presupuesto tan restringido, muchos aspectos de la historia quedaron sin explorar”, explica Wes Craven. “Por suerte, la nueva versión ha contado con un presupuesto mucho mayor y hemos podido dedicar más tiempo al rodaje”.
Para volver a presentar este clásico a un público actual, los productores empezaron a buscar a un joven realizador en alza para aportar una nueva perspectiva a la historia. Hacía falta alguien visualmente innovador, con una imaginación sombría y, además, un talento especial para enfrentarse a la acción, el humor macabro y el terror de la primera. Más aún, debería integrar los elementos y transformarlos en una experiencia distinta, nueva.
Durante un año, los cineastas y Rogue Pictures pensaron en más de cien directores para el proyecto. El coproductor Cody Zwieg se quedó impresionado cuando vio la película Hardcore, la controvertida historia de cuatro prostitutas adolescentes en la Atenas actual, dirigida por Dennis Iliadis. Aconsejó a Sean Cunningham, Wes Craven y la socia de este último, Marianne Maddalena, que la vieran. Los productores estuvieron de acuerdo con el coproductor.
Hardcore fue escogida por la Selección de la Crítica de Variety como una de las mejores películas de nuevos directores europeos en 2005, y también ganó el prestigioso Premio Independencia del Cine Alemán. Además, esta película de bajo presupuesto y producción independiente demostraba la creatividad de Dennis Iliadis a pesar de las restricciones presupuestarias.
“Sabíamos que el remake sólo funcionaría si encontrábamos a alguien capaz de crear personajes fuertes y controlar los momentos más extremos”, explica Cody Zwieg. “Hardcore no es una película de terror, pero está poblada por personajes perfectamente creíbles en situaciones realmente horribles”.
Dennis Iliadis no dejó pasar la oportunidad de trabajar con Wes Craven y hacer su debut en el cine estadounidense. “He visto todas las películas de Wes, me encantan”, dice. “Esta película está basada en una historia arquetípica, primaria, es una base genial. He querido guardar la fuerza del relato de Wes y desarrollarlo a mi manera”.
En Hardcore, el realizador consiguió magníficas interpretaciones de actores en su mayoría no profesionales a base de ensayos. Aportó su experiencia a LA ÚLTIMA CASA A LA IZQUIERDA. “Hay que descubrir a los personajes a través de los actores”, dice. “Ensayamos durante mes y medio en mi primera película. Nos permitió rodar escenas difíciles con mucha rapidez porque habíamos desarrollado los personajes durante los ensayos. Fue posible rodar las escenas más extremas con mucha naturalidad”.
Con el guión original de Wes Craven como plantilla, los cineastas pidieron a los guionistas Adam Alleca y Carl Ellsworth que actualizaran la historia. Carl Ellsworth ya había trabajado con Wes Craven en Vuelo nocturno/Red Eye, y se alegró de tener la oportunidad de colaborar en el remake de la primera obra del director. “Es la clásica película donde el bien triunfa sobre el mal. Al fin y al cabo, habla de personas normales en una situación de lo más anormal”.
Dennis Iliadis no quería que la película se limitara a dar sustos, también deseaba construir personajes complejos. “Espero que la película agarre al espectador y no le suelte”, dice. “También debe hacernos reflexionar sobre la naturaleza humana. ¿Quién es violento, quién es normal? La película nos coge por el cuello y nos habla de la naturaleza humana. Somos una especie interesante”.