Crítica PAISITO

Estreno en España: 24 Julio 2009

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Sinopsis

Nada más pisar la tierra de sus padres, Xavi (Nicolás Pauls), el nuevo fichaje del Osasuna de Pamplona, se da de bruces con el pasado. A sus treinta y tantos años acaba de poner por primera vez los pies fuera del ‘Paisito’ y se reencuentra con Rosana (María Botto), que, entre el amor y el odio, se ha pasado veinte años esperando que Xavi viniera a buscarla y le explicara sus recuerdos de aquel Uruguay de 1973. Aquel Uruguay en el que su famosa democracia y sus millones de cabezas de ganado no podían ocultar el descontento del pueblo, la corrupción endémica de los políticos, los tupamaros, los milicos o el golpe de estado que ya se sabe que van a dar. En medio de todo aquello, el padre de Rosana y el de Xavi no querían otra cosa que proteger a sus hijos y vivir una vida consecuente con sus ideas… y ver fútbol, claro. Porque en el Paisito el fútbol lo es todo, incluso en tiempos de guerra.

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Crítica de Cine.com por Leo Aquiba Senderovsky

Después de tantas películas dedicadas a retratar el período de dictaduras en Latinoamérica, lo mínimo que uno puede demandarle a este cine histórico es un fuerte compromiso político. Compromiso que no debería decantar en un espíritu reduccionista, cuya única intención es dejar bien en claro quiénes han sido los buenos y quiénes los malos durante el horror sufrido por los países latinoamericanos en la últimas décadas de gobiernos de facto. Porque, pese a que siempre se encuentra a alguien capaz de defender el accionar represivo militar, la mayoría ha aprendido que el horror vivido ha sido terrorismo de estado, antes que la mal llamada “guerra sucia”. Treinta años después, lo que nos toca aprender es por qué la sociedad avaló con su silencio la tortura, desaparición y muerte de miles de personas, entender la necesidad del valor de la autocrítica, porque sólo esa capacidad de reflexión y de comprensión, que incluye a los pueblos latinoamericanos en el terrible accionar de sus respectivos gobiernos (entender principalmente que el ascenso de los gobiernos de facto y el terrorismo de estado no se instalan por obra y gracia del demonio, sino bajo el silencio cómplice de los pueblos sobre los cuales se gestan), nos permite actuar para que nada de aquello vuelva a ocurrir.

En ese sentido, Paisito es una muy interesante producción. Narra el encuentro, veinte años después, de un hombre y una mujer que, de niños, fueron vecinos y novios en el Uruguay inmediatamente previo al golpe de estado. Lo verdaderamente destacado del planteo de esta película es que el viaje al pasado de los protagonistas expone la realidad pronta a estallar a través de los ojos de las dos familias vecinas, compuestas por el padre del niño, un español que prefiere cuidar a su familia intentando evitar toda implicancia política, y el padre de la niña, un militar que no muestra ningún atisbo de violencia y no suele tener expresiones ni a favor ni en contra de los tupamaros, la agrupación guerrillera comunista uruguaya. Dos puntos de vista que, lejos del maniqueísmo tradicional, no se encuentran en extremos ideológicos, sino que serán arrastrados por el contexto político a una situación que terminará por colocarlos en veredas opuestas. La sencillez de la película, tanto en la trama como en la puesta en escena, permite una pintura precisa de los personajes, independientemente de las actuaciones del elenco, que no consigue un nivel del todo parejo. Esta pintura de los personajes se beneficia por la falta de subrayados en los dispares puntos de vista ideológicos. De hecho, no es el militar quien más expone el discurso represivo, sino su mujer, quien sí manifiesta la necesidad de acabar con la guerrilla a cualquier precio.

Tal vez sea una cuestión meramente demográfica. Uruguay es un país chico, y quizás sea su reducido número de habitantes el factor principal que permite que una lectura autocrítica prevalezca sobre cualquier tipo de pintura ingenua de los macabros acontecimientos ocurridos décadas atrás. No hay que quedarse con la lectura principal de Paisito, no se trata únicamente de que no todos los militares fueron malos, lo que realmente subyace detrás de esta lectura es la necesidad de comprender que aquellos militares no surgieron de la nada, que pertenecían a la misma sociedad que con su silenció avaló o posibilitó la gestación de un golpe de estado con sus lamentables consecuencias. Que el militar que podía encontrarse en la vereda opuesta, podía tranquilamente ser un buen vecino, víctima de las decisiones que tomaban los altos jerarcas militares y que excedían completamente su esfera de pensamiento y acción (el militar interpretado por Mauricio Dayub es la antítesis de la imagen del militar torturador, elemento común en la historia de la última dictadura argentina).

No podemos pedirle hoy al resto de los países latinoamericanos que comiencen a vislumbrar esta visión madura de la historia pasada. De hecho, Alemania necesitó cincuenta años para plasmar en objetos culturales la visión de que los nazis sólo pudieron perpetrar el horror con la profunda complicidad de la sociedad. Aún no ha pasado el tiempo necesario para que las sociedades latinoamericanas formen este sentir y lo reflejen en sus exponentes estéticos. La extrema simpleza de Paisito hace que no podamos verla más que como una obra menor sobre la época de extrema violencia y terror en Latinoamérica. Sin embargo, el discurso ideológico que se deja asomar en esta película es mucho más valioso y maduro que el que aparece en el grueso de las películas del tema. Tal vez pasen muchos años hasta que en Latinoamérica termine de constituirse un discurso completamente adulto sobre el tema, pero únicamente la comprensión de esa mirada permitirá que no se vuelva a caer en el mutismo cómplice que gestó aquel horror.

 

Lo mejor de la película: Su falta de construcción maniquea de los personajes, que deja asomar una mirada más adulta sobre el horror de la dictadura.

Lo peor de la película: Su sencillez, que la condena a la categoría de obra menor sobre el tema.

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Dirección: Ana Díez.
Países:
 Uruguay, España y Argentina.
Año: 2008.
Duración: 84 min.
Género: Drama.
Elenco: Emilio Gutiérrez Caba (Manuel), Andrea Davidovics (Dolores), María Botto (Rosana adulta), Nicolás Pauls (Xavi adulto), Mauricio Dayub (Roberto), Viviana Saccone (Ana).
Guión: Ricardo Fernández-Blanco.
Producción: Gerardo Herrero y Vanessa Ragone.
Música: Lucio Godoy.
Fotografía:
 Alfonso Parra.
Montaje: Fernando Pardo.
Dirección artística: Adelaida Rodríguez y Leho de Sosa
Estreno en Argentina: 21 Agosto 2008

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Filmografía de Ana Díez

Paisito (2008)

¡Hay motivo! (2004) (segmento “Madrid, mon amour”)

Galíndez (2002)

Algunas chicas doblan las piernas cuando hablan (2001)

La mafia en La Habana (2000)

Todo está oscuro (1997)

Ander Eta Yul (1989)

Elvira Luz Cruz, pena máxima (1985)

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