Estreno en España: 30 Abril 2009
Puntuación:
Sinopsis
El director Michael Moore pone su punto de mira en el sistema sanitario estadounidense, de gestión privada y regido por empresas aseguradoras. Moore compara la situación de los enfermos en EE.UU. con la de algunos países de Europa y Latinoamérica, viniendo a revelar que, mientras para un ciudadano americano romperse un hueso puede ser motivo de ruina económica, en muchos otros países los gobiernos ayudan a sus ciudadanos, no sólo con la Seguridad Social, sino también con empleados al servicio de madres trabajadoras, de enfermos terminales o de personas con necesidad de atenciones especiales.
Crítica de Cine.com por Leo Aquiba Senderovsky
Sicko es sensiblemente diferente a los dos documentales más famosos de Michael Moore. Lo primero que llama la atención es que el rostro de Moore no aparece hasta bien entrada la película. Claro que no falta su constante voz en off, que como siempre articula todo lo que vemos, pero su presencia solo se vuelve indispensable cuando comienza a recorrer los países que cuentan con políticas sociales en materia de salud, particularmente Canadá, Francia, Reino Unido y Cuba. Hasta ese momento, se dedica a exponer las falencias de la salud en Estados Unidos, o las trampas de las empresas privadas de salud para rechazar solicitudes de ingreso a sus planes y para desahuciar a aquellos que más necesitan de su cobertura. Pero esa exposición no se da, como en las anteriores, mediante números, estadísticas y otros recursos, sino principalemente mediante los testimonios de algunos de los miles afectados por estas políticas de exclusión. Lo que consigue con esto es una película mucho más honesta y conmovedora, donde no falta ni el direccionamiento ideológico de Moore ni su denuncia del accionar en este aspecto del poder político (el rostro de Bush nunca pierde presencia, y por otro lado pero en el mismo sentido, Moore nos regala una terrible grabación de audio de Nixon que se presenta como el más evidente origen de los males de la sociedad americana en su relación con la salud privada), pero entrega sus mejores y más conmovedores momentos en el seguimiento de los afectados por el sistema. Moore nos advierte al comienzo que esta no es la historia de una u otra persona, especialmente de los que han quedado fuera del sistema, aunque centra su mirada en aquellos que invierten gran parte de su sostén económico en las empresas privadas de salud, y a la hora de necesitar de ellas les es denegada su cobertura. Lo concreto es que, sin la exposición de todas estas vidas, no se podría erigir una denuncia de tal magniud, y Moore, sin dejar de lado su deliberada y habitual manipulación, carente de ambivalencias, de los elementos que pone en escena, consigue las escenas más emotivas de su filmografía, particularmente cuando lleva a algunos de los rescatistas voluntarios del 11 de septiembre, que han quedado con secuelas terribles, a Guantánamo (para exigir que les den a ellos los mismos beneficios médicos que les dan a los presos allí, en su jugada política más dura, y propia de las mayores palizas que suele propinar su cine), y a Cuba, donde reciben atención médica gratuita, mientras Moore enfoca su discurso en la visión constante que el americano medio tiene de Cuba como uno de sus enemigos acérrimos. Moore nos puede decir que los republicanos tienen toda la culpa, y podemos coincidir con su exposición, puede demostrarnos que alguna vez Hillary Clinton pretendió batallar contra las políticas privadas de salud, para luego ser silenciada de por vida por el poder económico, y podemos sorprendernos ante estas pruebas. Nos puede exponer los beneficios de la salud pública, y no hay modo en que no coincidamos con su visión. Pero para hablar de este tema, no hay nada mejor que conocer el padecimiento de los damnificados por el sistema privado, y son estas voces las que articulan la verdadera denuncia. Por primera vez, parecería que el lineal y tan querible como irritante Michael Moore ha aprendido el peso del testimonio del otro, y es ese otro el que justifica plenamente su visión catastrófica de la salud en Estados Unidos y por natural extensión, en todos los países que cuentan con políticas de salud al servicio de intereses privados.
Lo mejor de la película: La voz de los damnificados por el sistema.
Lo peor de la película: La tradicional falta de ambigüedad y la constante linealidad en el discurso de Moore.
Dirección y guión: Michael Moore.
País: USA.
Año: 2007.
Duración: 123 min.
Género: Documental.
Producción: Michael Moore y Meghan O’Hara.
Música: Erin O’Hara
Fotografía: Andrew Black.
Montaje: Dan Swietlik, Geoffrey Richman y Christopher Seward.
Estreno en USA: 22 Junio 2007.
Biofilmografía de Michael Moore
Michael Moore nació el 23 de abril de 1954 en Davison, un suburbio de Flint (Míchigan). Es un cineasta documentalista y escritor estadounidense conocido por su postura progresista y su visión crítica hacia la globalización, las grandes corporaciones, la violencia armada, la invasión a Iraq y a otros países y las políticas del gobierno de George W. Bush y sus antecesores.
Moore nació en Flint, Míchigan, hijo de Verónica Moore, una secretaria, y Frank Moore, trabajador de una línea de ensamblaje de automóviles. Creció en la ciudad de Davison, donde se convirtió en un miembro vitalicio de la Asociación Nacional del Rifle al ganar en un torneo en esa época. En este tiempo, la ciudad de Flint era una de las muchas fábricas de General Motors, donde sus padres y abuelos trabajaron. Su tío fue uno de los fundadores del sindicato de trabajadores United Automobile Workers y participó en la huelga conocida como “Flint Sit-Down Strike”. Moore ha descrito a sus padres como “demócratas católicos irlandeses, básicamente buenas personas liberales.”
Moore fue educado en la religión católica romana y asistió a la escuela primaria St. John’s Elementary School, y a los 14 años estuvo en un seminario diocesano. Realizó sus estudios secundarios en Davison High School, donde fue activo tanto en las obras de teatro como en los concursos de debates, graduándose en 1972.
Michael Moore alcanzó la fama con su película Roger & Me (Roger y yo), un documental sobre lo ocurrido en su pueblo natal (Flint, Míchigan) luego de que la empresa General Motors cerrara sus fábricas para abrir nuevas en México, con el fin de abaratar costos de empleo.
En 1999 Moore ganó el premio Hugh M. Hefner al arte y el entretenimiento por su programa televisivo The Awful Truth (‘la horrible verdad’).
Su documental Bowling for Columbine (sorprendido por Columbine, pueblo donde dos muchachos mataron a tiros a sus compañeros de escuela), estrenado en el año 2002, presentó un análisis de la cultura armamentista estadounidense. La película ganó especial atención en el Festival de Cine de Cannes (en Francia), y ganó el premio César a la mejor película extranjera. Ganó también el premio Oscar a mejor documental en el año 2003. Al aceptar el Oscar, generó una gran polémica en Hollywood ya que fue el único ganador que aprovechó la oportunidad para denunciar públicamente al presidente George W. Bush por llevar a su país a “una guerra ficticia” según palabras del propio Moore refiriéndose a la Invasión de Iraq de 2003, lo que provocó una reacción mezclada en los presentes. Gracias a las duras críticas contra su discurso, la venta de sus libros y las entradas para ver su película aumentaron considerablemente.
En su documental Fahrenheit 9/11 el cineasta habla de los vínculos económicos de décadas entre la familia del presidente Bush, la familia real saudí y la familia Bin Laden, las hipotéticas motivaciones financieras “ocultas” de la invasión de Iraq de 2003 y la supuesta credulidad y ausencia de sentido crítico del ciudadano estadounidense promedio. El film tuvo un éxito sin precedentes en el género documental, con una recaudación de 120 millones de dólares, se convirtió en el documental más taquillero de todos los tiempos. Todo ello a pesar de los problemas que tuvo para ser distribuida después de que The Walt Disney Company, propietaria de la distribuidora Miramax, se negara a distribuir la cinta. Sin embargo, tras obtener la Palma de Oro en el Festival de Cannes 2004, y gracias a la polémica en los medios estadounidenses (incluso se habló de prohibir su distribución en EE.UU.) -que el propio Moore agradeció por aumentar el interés en su obra- la película fue distribuida por tres pequeñas productoras, justamente en la fecha deseada por Moore: el 4 de julio, día de la independencia de Estados Unidos. Se creía que podía ser importante su impacto en las elecciones presidenciales estadounidenses de ese mismo año. No obstante, su influencia quedó puesta en cuestión cuando los estadounidenses reeligieron a George W. Bush.
El 29 de junio de 2007 se produjo el estreno de su esperado documental Sicko. En el Festival Internacional de Cine de Toronto presentó fragmentos de su nuevo trabajo, una crítica al sistema de salud en Estados Unidos. El filme es un agudo retrato del sistema de salud estadounidense, una crítica a la industria farmacéutica y un retrato de las necesidades que atraviesa la mayoría de los pacientes en Estados Unidos.
Recientemente se publicó un libro criticando a Moore titulado Michael Moore is a Big Fat Stupid White Man (‘Michael Moore es un gordo blanco y estúpido’) y en una película aún no estrenada llamada Michael Moore Hates America (‘Michael Moore odia America’). Asimismo, sus obras han sido objeto de análisis, acusándosele de que numerosas informaciones de sus documentales son falsas o están distorsionadas.
Con el objetivo de contestar dichas acusaciones, Michael Moore ha publicado en su sitio web un análisis detallado de los datos presentados en Fahrenheit 9/11, incluyendo respaldo documental y periodístico de sus afirmaciones
Filmografía
* (2008) Slacker Uprising
* (2007) Sicko
* (2004) Fahrenheit 9/11
* (2002) Bowling for Columbine
* (1998) And Justice for All
* (1997) The Big One
* (1992) Two Mikes Don’t Make a Wright
* (1992) Pets or Meat: The Return to Flint (TV)
* (1989) Roger & Me
* (2003) The Corporation
CÓMO SE HIZO “SICKO”
Es necesario remontarse casi a una década atrás para hallar los orígenes de Sicko, cuando Michael Moore rodó un segmento para el primer episodio de su show televisivo, en 1999, de The Awful Truth (1999-2000) sobre Chris Donahue, un hombre que estaba muriéndose enfrentado a su mutua de salud para lograr un transplante de páncreas. La historia detalla cómo Donahue estuvo pagando durante siete años a Humana, mutua de asistencia sanitaria, para a continuación ver denegada la cobertura de una operación crucial para seguir en vida. Así estaban las cosas hasta que Moore intervino proponiendo un funeral falso, ante lo cual la aseguradora cedió para evitar un desastre total en las relaciones públicas. Tras el éxito seguido de su oscarizada Bowling for Columbine (Bowling for Columbine, 2002) y del documental enormemente taquillero Fahrenheit 9/11 (Fahrenheit 9/11, 2004), Moore ha regresado a la crisis sanitaria de los Estados Unidos esta vez con redoblada intensidad y para la pantalla grande. «La película gira en torno a la asistencia sanitaria y no» —comenta Moore—. «Como en todas mis películas, abordo un tema y lo uso como vehículo para apuntar a temáticas más amplias e ideas mayores. En esta ocasión, trato de dar respuesta a una pregunta de mayor envergadura: ¿Por qué nosotros, el país occidental industrializado más grande, carecemos de cobertura sanitaria gratuita para todos? ¿Por qué nosotros? ¿Qué nos pasa? Cuando se extendió la noticia del concepto que había detrás de la última película de Moore, las corporaciones de Estados Unidos, cuyos masivos beneficios provienen de la asistencia sanitaria, comenzaron a padecer aneurismas. Ken Johnson, vicepresidente primero del grupo de negocios Pharmaceutical Researchers & Manufacturers of America le dijo a un periodista que los ejecutivos de la industria estaban «alucinando y tirándose de los cabellos.» Efectivamente, Big Pharma se enrocó. La «alarma de Michael» se envió a los empleados que trabajaban al menos para seis de los mayores sellos farmacéuticos, advirtiéndoles que fueran con cuidado con Moore y sus equipos de rodaje.
«Colgamos una historia en nuestro periódico digital diciendo que Moore se embarcaba en un documental, y que si veían a un tipo desaliñado con gorra de béisbol, ya sabrían de quién se trataba» —informó un representante de Pfizer al L.A. Times. Aquél mismo año, más tarde, Mike Huckman, periodista de la CNBC, hizo notar que «el nivel de paranoia es extremo» al cubrir la conferencia de un analista de una compañía farmacéutica, considerando el motivo de esa ansiedad extrema como «El efecto Michael Moore».
Sin embargo, desde el mismo comienzo de su proyecto, Moore estaba en todo momento tan interesado en honrar a las víctimas de nuestro sistema de asistencia sanitaria como en desenmascarar a sus villanos. En febrero de 2006, hizo una llamada a través de su página web: michaelmoore.com, pidiendo a los visitantes de la misma y a sus seguidores que enviaran sus aterradoras historias personales relacionadas con la asistencia sanitaria. Parte de aquel mensaje rezaba: «Si desea que yo sepa por todo cuanto está usted pasando con su mutua aseguradora de salud, o cómo es no tener cobertura alguna, o cómo le han tratado los hospitales y doctores (o, en caso de que así lo hicieran, de qué modo le han arruinado tratando de pagar sus facturas demenciales)… si usted ha sufrido un atropello de cualquier tipo por parte de este sistema enfermo, codicioso y mugriento que ha causado en usted o en sus allegados gran pena y dolor, déjeme saberlo.» No había nada que le hubiera podido preparar para la reacción a esta llamada: todo un diluvio de más de 25.000 correos electrónicos tan sólo en la primera semana. Un estrecho amigo informó a Donna Smith, sobreviviente de un cáncer, acerca de la llamada en la página web de Moore, y dado que a Smith le encantó Fahrenheit 9/11, pensó en consultarla. «Le lancé un inmediato y seco mensaje de unos dos o tres párrafos y no creía que tuviera resultado alguno o que siquiera le importara a alguien» —admite Smith, esposa por lo demás de un paciente con problemas cardiacos, que se trasladó a la casa de su hija después de que los costos de la mutua la arruinaran completamente—. «Me estaba descargando con aquel correo electrónico, sólo era frustración inmensa. Sin embargo, también esperaba, contra todo pronóstico, que alguien escuchara a aquellos de nosotros que seguimos las normas, y hacemos una prioridad del pago de las primas y, sin embargo, se nos sigue aplastando. Disponer de alguien como Michael que escuche y exponga un problema que se ven obligados a afrontar millones de estadounidenses cada día nos da una dignidad que llevamos años sin disfrutar».
En las primeras fases de la producción, Moore efectuó una decisión importante: centrarse en una área específica de la asistencia sanitaria en lugar de intentar cubrir un tema inabarcable desde cada ángulo concebible.
«Teníamos nuestro propio ‘Eje del Mal’: la industria farmacéutica, el negocio de los hospitales, y las compañías de seguros de salud» —nos dice el productor Meghan O’Hara. Aunque las principales firmas farmacéuticas son corporaciones obsesionadas en sus beneficios que financian a los políticos de Washington y a menudo mienten acerca de sus investigaciones y costos de desarrollo, los realizadores de Sicko contemplan las medicinas legales como un «un mal necesario» que en última instancia puede ayudar a los pacientes. Y lo mismo puede decirse con respecto a los hospitales, aunque ellos, como Pharma, debieran estar bajo regulación y funcionar de modo más eficiente pues obviamente la gente les necesita.
Sin embargo, tales concesiones no pueden hacerse para las aseguradoras privadas, «un factor del todo innecesario cuando se trata de asistencia sanitaria» —comenta O’Hara. Para enfatizar aún más su parecer, Moore decidió no concentrar sus esfuerzos en los 45 millones de estadounidenses carentes de seguro alguno, contrariamente, lo hizo en una mayoría teóricamente cubierta pero a la que se le niega la prestación o que se ve ahogada con un ridículo papeleo burocrático.
Las historias hablan por sí mismas. Pero detrás de esas circunstancias está la cuestión de cómo las compañías de seguros logran librarse literalmente de la imputación de asesinato. Decenas de empleados de la industria con información privilegiada y de delatores se pusieron en contacto con Moore, ansiosos de compartir sus historias acerca de los informes relativos a cómo las aseguradoras hacen billones de beneficios simplemente impidiendo las prestaciones que necesitan esos pacientes que las merecen. «Se me dice que no niego la atención, sino el pago» —reza un conocido estribillo.
Afortunadamente, cuando la locura médica se hacía demasiado insoportable o demasiado deprimente en los despachos de Moore, una saludable dosis de humor ayudaba a sobrellevarlo. Cerca de la entrada se colgó un cartel que decía: «Esto es una comedia» para recordar al personal corto de sueño que la risa es la mejor medicina. Incluso una triste plantita de interiores que se marchitaba en una esquina de la oficina desde hacía semanas contribuyó como relajamiento cómico cuando alguien colgó una nota en ella diciendo «Esta planta necesita asistencia sanitaria».
En primer lugar, el rodaje comenzó a lo largo de los Estados Unidos, mediante equipos técnicos que fueron enviados para filmar las historias de varios pacientes, región por región. Por ejemplo, un periplo por la Costa oeste llevó a la producción de Los Ángeles y San Francisco a todo un torbellino tejano que incluyó rodajes en Houston, Austin, Brownsville, McAllen y Dallas, mientras que otro recorrido por el sur rodó a gente a través de Florida y otros lugares. Para demostrar de qué modo la asistencia sanitaria en los Estados Unidos ha devenido algo tan sumamente enfermizo por comparación a la mayoría del mundo civilizado, el equipo técnico visitó varios otros países, entre ellos, Francia, Inglaterra y Canadá. Finalmente, se documentaron entre 150 y 200 historias singulares a lo lago de más de 130 días de rodaje, en comparación a los meros 38 días de rodaje de Fahrenheit 9/11. Se ha rodado más de 500 horas de film, haciendo de ésta la película de Moore con más material expuesto para un único proyecto.
Cuando Moore y su equipo regresaron del rodaje externo, comenzó la auténtica cirugía: montar esos cientos de horas de entrevistas y de metrajes varios para dar cuerpo al largo. En la sala de montaje, uniéndose a Moore nuevamente, estaba Chris Seward, el montador de Fahrenheit 9/11, junto a todo un equipo nuevo con miembros como Dan Swietlik (ganador de un premio ACE por su labor en Una verdad incómoda (An Inconvenient Truth, 2006); y Geoffrey Richman [God Grew Tired of Us (2006); Murderball (Murdeball, 2005)].
Por último, Moore opina, Sicko no sólo expone un sistema que falla y ofrece sólidas alternativas, sino que también muestra su maduración como cineasta. «Bowling for Columbine no es Roger y yo (Roger & Me, 1989), y esto no es Fahrenheit 9/11» —comenta—. «Cuando la gente va al cine, espera algo que les haga reír, llorar, o pensar. Quiere algo nuevo, y yo no estoy interesado en hacer la misma cosa una vez y otra. Creo que algunas personas se sorprenderán por la densidad de esta película».
«Sabía que esto sería todo un reto» —concluye—. «En Sicko no queda personaje o compañía que odiar, no hay un simple adversario como Roger Smith o Charlton Heston, se trata de todo un sistema. Tanto el público como yo hemos de trabajar un poco más duro con esta película porque nada es tan blanco o negro. Enfrontémoslo: que se me vea ascendiendo los peldaños de una escalera camino del cuartel general del director ejecutivo por enésima vez no es muy interesante. No es que no volviera a hacer eso de nuevo, pero con Sicko quería pasar por toda una película sin tener que golpear la puerta del poder. No quiero que el público salga al vestíbulo diciendo ‘¡Caramba! Mike ha pateado en verdad el culo de algunos.’ La gente es la que se ha de patear el propio culo. Esta situación sólo tendrá un final cuando cada uno de nosotros se levante y diga bien alto: ¡Basta!»