La dama de oro

378192  La dama de oro es una película a la medida de la figura de Helen Mirren, quien, en los últimos años, ha optado por un sinnúmero de filmes de carácter biográfico, dramas centrados en hechos históricos.

El eje principal de la película pasa por el esfuerzo de Maria Altmann por recuperar la pintura “La dama de oro”, de Gustav Klimt, que, pese a haber pertenecido al patrimonio de su familia, fue secuestrada por los nazis y luego adoptada como parte del patrimonio nacional de Austria. En la realidad, Altmann luchó por recuperar cinco obras de Klimt que pertenecían a la familia Bloch-Bauer, pero “La dama de oro” cobra aquí una relevancia particular, porque es la obra más importante de las cinco y una de las más relevantes en el corpus de Klimt. Pero, sobre todo, porque “La dama de oro” no funciona sólo como un bello objeto a recuperar. Al ser el retrato de la tía de Maria, es fundamentalmente el símbolo de la familia que María tuvo que dejar atrás, para comenzar una nueva vida en otro continente. Y no sólo es una imagen que funciona como síntesis de su familia y de la época de bonanza que tuvo la familia Bloch-Bauer antes del dominio nazi en Viena, sino que es el recuerdo que la ata a Maria a su tía, la persona que más influyó en la primera etapa de su vida. Así, la obra de Klimt es un símbolo de la memoria de lo que supo ser una familia de la alta sociedad, antes de desmoronarse por obra del nazismo.

dama-de-oroEl otro aspecto que oficia de eje central de la película es la batalla que emprende Maria Altmann puntualmente contra el estado austríaco, y lo que se desprende de esa batalla es cómo la complicidad de la sociedad vienesa con el nazismo en el pasado se transmuta en un estado que, muchas décadas después del horror nazi y habiendo rechazado ese pasado atroz, se aferra a una obra apropiada ilegalmente por el nazismo, continuando por la misma senda del nazismo, bajo el pretexto de que esa obra pertenece al acervo cultural del país. En esa batalla individuo-estado, hay una evidente sensación de revancha por ese estado que alguna vez levantó la bandera con la cruz esvástica y, en el presente, pese a ostentar otro signo ideológico, mantiene elementos que lo atan a ese pasado terrible. Hemos visto muchísimas películas contemporáneas que cambiaron el foco a la hora de hablar del nazismo y los campos de concentración, pasando del poder nazi como enemigo exclusivo al debate en torno al rol que tuvo la sociedad frente al horror nazi (una cuestión harto expuesta en el cine alemán actual, reflejo de un pedido permanente de disculpas por parte de la sociedad alemana). Sin embargo, esta producción británica gana espesor cuando expone esa continuidad de accionar delicitivo, de una sociedad cómplice con el nazismo a un estado austríaco que no cuestiona los delitos cometidos por el poder nazi en favor del estado.

239402.jpg-r_640_600-b_1_D6D6D6-f_jpg-q_x-xxyxxFuera de estos aspectos, centrales, lo destacable de esta producción es el lucimiento habitual de Helen Mirren y la ambientación de época en los flashbacks. Al lado de Mirren, vemos a Ryan Reynolds en el papel de Randy Schoenberg, el abogado que la ayuda a conseguir su objetivo de recuperar la pintura. La relación entre Maria Altmann y Randy Schoenberg recuerda al vínculo entre los personajes encarnados por Judi Dench y Steve Coogan en la película Philomena, sobre una mujer que lucha por saber qué sucedió con el hijo que tuvo cuando era joven y que fue sacado de sus manos y entregado a una familia por las autoridades de un convento en Irlanda. En aquella película, Philomena (Dench) le pide ayuda a un periodista que, al igual que el personaje de Reynolds en La dama de oro, primero se muestra reacio al pedido de la mujer y luego se embarca con pasión en  la lucha que emprende la protagonista. Sin embargo, el vínculo entre la mujer mayor y el muchacho joven en Philomena se muestra mucho más auténtico que en La dama de oro, sobre todo porque a Reynolds, con su habitual falta de expresividad, le queda grande el papel de partenaire de Helen Mirren. Esto se evidencia en el poco espesor dramático que consiguen las escenas en las que Randy Schoenberg se encuentra con el pasado de su familia, como descendiente del músico Arnold Schoenberg.

foto-la-dama-de-oro-4-821Además de la poco acertada elección de Ryan Reynolds para el papel, cuando uno coteja el film con la historia real, cuesta entender el porqué de algunas diferencias históricas. Por un lado, la adscripción del padre del personaje de Hubertus (quien los ayuda a conseguir el objetivo de recuperar la obra) a las juventudes hitlerianas, que en el film se cuenta como motor del personaje para ayudar a víctimas del nazismo, en la realidad fue un pasado descubierto mucho después de su accionar en casos de restitución. Por otro lado, el peso del personaje de Hubertus, que en el film tiene un rol secundario, cuando, en la realidad, ha sido más relevante para la restitución que el personaje de Schoenberg, y finalmente, que la película narra que Maria tuvo que despedirse de su padre cuando escapó con su marido de los nazis, mientras que, en la realidad, lo acompañó hasta su muerte y luego escapó. Estos elementos, que tal vez han sido narrados de manera diferente para encauzar la historia y darle un mayor peso dramático, no son distorsiones muy justificables desde lo narrativo, si se hubiesen mantenido fiel a los hechos reales, no habrían modificado sensiblemente la esencia dramática del film.

En suma, un film que logra su mayor fuerza en la originalidad de su planteo respecto a cómo la complicidad con el horror se mantiene en el presente, y en la complejidad dramática que le aporta una gran actuación de Helen Mirren.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio