Más corazón que odio: Apuntes sobre “El crítico”

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Lugares comunes

“Vale más partir del cliché que llegar a él.”
Alfred Hitchcock

En El crítico, Víctor Téllez (Rafael Spregelburd) debe lidiar con la aparente imposibilidad de sortear, en la vida y en la película que le encomendaron escribir, los clichés de las comedias románticas. Víctor en sí es la sumatoria de todos los clichés esperables en un crítico de cine. Solitario, patético y resentido (por esas características y por su vestuario parece emular a Jay Sherman, el protagonista de la serie animada The critic) pero también es excesivamente pretencioso, al punto de que su “voz en off” opera en francés, y tan demodé en su criterio cinéfilo que cree que, después de Sin aliento de Godard, el cine pasó a mejor vida.

Hay una escena en la cual Víctor junta en su espacio de trabajo su profesión de crítico y su incipiente tarea de guionista. Mientras revisa los manuales de guión más populares, prueba un software que le prestó uno de sus patéticos amigos críticos para escribir críticas sin esforzarse, haciendo un “copy paste” de frases “de manual”, tanto para críticas positivas como para negativas. Hernán Guerschuny, guionista y director debutante pero experimentado conocedor de los ámbitos de la producción y la crítica cinematográfica nacional, traza así un ingenioso paralelismo entre el empleo de las fórmulas en la realización y en la crítica. Víctor cuestiona las fórmulas y lo previsible en el cine, pero a la hora de escribir, un guión o una crítica, no tiene el menor empacho en probar aquellas fórmulas que pueden facilitarle la tarea.

Guerschuny muestra con ironía los clichés y lugares comunes del género y de su protagonista. Sin embargo, en el devenir de su película, adopta la misma postura que su personaje, ambos parten de las citas recurrentes (complacientes en la óptica de Guerschuny, sarcásticas en la postura de Téllez) y ponen en escena un personaje femenino “de manual”, pero luego ambos tuercen el rumbo y sortean todos y cada uno de los clichés del género, desde la cámara que saca de plano los fuegos artificiales en la escena del beso hasta las escenas excesivamente cotidianas de la pareja y, sobre todo, la forma en la que se narra el final.

La frase de Hitchcock citada al comienzo parece oficiar de eje central de la película y el concepto mismo de “cliché” es tomado por Guerschuny como elemento lúdico a la hora de desarrollar su versión del género, jugando a acercarse y a alejarse de las formulas preestablecidas en las comedias románticas.

Las “privadas”

criticoLos clichés que rodean al crítico en cuestión y su micromundo son brutales (las funciones privadas y sus patéticas reuniones posteriores, la descalificación llana a ciertas películas, la pelea con un director al que una crítica suya le arruinó la carrera, el famoso mote de “director frustrado”) pero la presencia en diversos cameos de críticos de diferentes ámbitos y posturas (más proclives al cine de festival como Panozzo y D’Espósito o más cercanos al cine comercial y de género como Alexis Puig) parece confirmar que muchos de estos clichés son ciertos y, en todo caso, responden a una fauna concreta de la crítica argentina, que no representa a la totalidad de los críticos y no se identifica con aquellos que aman su profesión.

Al respecto, una vez leí un artículo de un crítico (se dice el pecado pero no el pecador) que hablaba pestes de las funciones privadas y citaba el caso de ciertos críticos que aprovechaban para dormir en las privadas de las películas que luego debían criticar. La pintura que hace Guerschuny no es puro cuento y ahí están los propios críticos para avalarlo.

Cinefilia ATP

La cinefilia del director no es vacía y es completamente funcional a la trama y al personaje. De esa manera, se multiplican escenas brillantes como la referencia a lo incuestionables que son ciertos directores clásicos como Capra, la cita formal (cortes sobre el eje mediante) a Sin aliento mientras la pareja protagónica mira esa misma película o el travelling que se aleja del cine mientras Téllez observa desde su butaca un plano de El dependiente de Favio con el mismo movimiento de cámara que imita la cámara de Guerschuny.

critico4Con estas citas, a priori, uno podría pensar que estamos ante una película para el disfrute exclusivo de cinéfilos. Sin embargo, independientemente de que los códigos de la comedia romántica son reconocidos por cualquier tipo de público, el conflicto por el que atraviesa Víctor Téllez es de carácter universal. A fin de cuentas, los personajes escépticos, racionales, solitarios e irónicos para con las cuestiones del corazón abundan en este tipo de películas. Víctor Téllez no deja de encarnar un estereotipo de las comedias románticas, y con el apoyo de dos personajes femeninos, su sobrina y su “musa”, aprende a sacarse su armadura y poner el corazón sobre la mesa.

Hernán Guerschuny, en su primera película, logra un sano y estimulante equilibro en la pintura de su propia aldea. Parte de una película con un humor y referencias locales sólo para entendidos, y termina brindando un film apto para todo público. Comienza desarrollando un aparente film de tesis y con un concepto motor muy fuerte, para luego desembocar en una comedia romántica sumamente entretenida.

Si la viera Roger Ebert desde el más allá diría: “Two thumbs up!”

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